Una niña de diez años aparece estrangulada en un pueblo de Bretaña. La comisaria Frédérique Lesage comienza interrogando a René Sterne, pintor sin éxito obligado a dar clases de dibujo para sobrevivir y última persona que vio a la niña con vida. René y su mujer Viviane son personajes queridos en el pueblo, pero él vive cada vez más atormentado por los crecientes rumores sobre lo ocurrido. Ella, que engaña a su marido con un cronista local que se vende al mejor postor llamado Germain-Roland Desmot, le defiende a ultranza frente a las investigaciones de la comisaria, que escucha atentamente a los vecinos del pueblo, aterrorizados por el descubrimiento de un segundo asesinato.

Apoltronado detrás de su pipa, Claude Chabrol, sabe mejor que nadie recrear la atmósfera pesada de los pueblos de provincia donde las sonrisas se transforman en celos y mentiras. Si para muchos era una falla la poca consistencia en el sentido cruel de la historia de su anterior film No va más (Rien ne va plus, 1997), en esta ocasión, con Viviendo de la mentira (Au coeur du mensonges, 1999) Chabrol vuelve felizmente, apoyándose en la bella y fría luz de Bretaña, a uno de sus "pecados" favoritos: introducir el drama en una pequeña comunidad demasiado tranquila, como si se tratara de sacudir a un árbol para hacer caer las frutas podridas.