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EL NACIONAL / Juan Antonio González / Martes 01 de Enero
El cine francés confirma que su crisis de identidad no es tan real
El 19° festival de películas galas traerá interesantes títulos que dan cuenta del alto sentido de autoría y del compromiso inamovible de las producciones fílmicas del país de Isabelle Huppert y Vincent Cassel En El empleo del tiempo, una lectura filosófica e intimista del hecho que también inspiró la historia del libro El adversario, un oficinista de clase media le oculta a su familia que desde hace varias semanas se quedó sin trabajo. La ciudad está tranquila, del cineasta Robert Guédiguian, hurga las heridas de una izquierda decepcionada, y se adentra en las calamitosas existencias de Michéle, esposa de un desempleado que la maltrata, y Paul, un hombre sin amistades que decide traicionar a sus compañeros de trabajo —unos estibadores en huelga— para comprarse un taxi con el dinero de su liquidación. Natalie X cuenta la historia de una respetada ginecóloga que contrata los servicios de una prostituta para que seduzca a su esposo adúltero y luego le cuente con lujo de detalles todo lo que ocurre en sus encuentros sexuales. En Cómo maté a mi padre, la ex bailarina y ahora directora de cine Anne Fontaine, convierte una distante relación padre/hijo en una situación en la que un hombre replantea su vida. Por otro lado, Las Trillizas de Belleville demuestra que la animación tradicional, esa que se hace cuadro por cuadro, aún tiene mucho material humanista que dar. Y, finalmente, en Los coristas, Christophe Barratier cuenta una historia de libertad a través de la música. Todas estas sinopsis no son más que la evidencia de que, frente a la acusación de haber perdido identidad, el cine francés sigue conservando su autoría y el tono decididamente humano que lo ha convertido en uno de los preferidos de los amantes del séptimo arte. No se trata de ocultar el sol con un dedo: cada vez son más numerosos los casos de cineastas franceses que intentan acercarse a los éxitos de taquilla de Estados Unidos y quieren copiar los códigos y temas propios de la meca del cine. En ese empeño han caído, por ejemplo, Pitof (Asterix y Obelix contra César) y hasta el mismísimo Jean-Pierre Jeunet (Amor eterno). Por fortuna, son mayoría los realizadores que siguen contando realidades, personajes e historias que les son cercanas. Para confirmarlo sólo hay que seguir la programación del XIX Festival de Cine Francés, que comenzará en Caracas y Valencia el viernes 15 de abril. Un total de 18 películas, realizadas entre 2000 y 2004, le devolverán a una cartelera enferma por tanto título malo, un nuevo aliento, un inusitado interés, casi una veintena de otras historias, otras realidades, muy distintas a las que nos llegan de Hollywood. Pero para equiparse con su edición, los organizadores del festival han decidido invitar a su fiesta de imágenes a una película venezolana. Se trata de 1888. El extraordinario viaje de la Santa Isabel, de Alfredo J. Anzola, la cual se estrenará comercialmente el mismo día que arranca la muestra francesa. La Previsora, Cinemateca Nacional (GAN y Celarg), Paseo del Trasnocho Cultural, Centro Plaza, Margot Benacerraf del Ateneo de Caracas, Lido, Tolón, Concresa, San Ignacio, El Marqués, Los Naranjos y Galerías Ávila acogerán estas producciones en sus salas. Con mucho esfuerzo y gigantesco heroísmo estos filmes han logrado (con creaciones brillantes como Amélie y más recientemente Los coristas) hacerle contrapeso a la hegemonía que desde hace décadas mantiene la industria fílmica sobre la oferta cinematográfica que llega a los habitantes de este planeta uniformizado. La muestra es organizada por la Embajada de Francia en Venezuela y el Circuito Gran Cine, con el apoyo de Trasnocho Cultural, la Fundación Cinemateca Nacional, la Alianza Francesa, el Ateneo de Caracas y las empresas distribuidoras Cinex y Cines Unidos. ------------------------------------------------------------ De exposición obligatoria * El empleo del tiempo: Según comentó el director Laurent Cantet, el protagonista de su segundo largometraje debía ser lo más cercano a la mayoría, lo más mundano posible. “No queríamos mostrar a un psicópata o a un mitómano, sino a un ser humano que huye de su crisis personal. El empleo del tiempo debería funcionar como un espejo para los espectadores” (El Nacional, 2000). * La ciudad está tranquila: “Es una película sobre personajes opacos que están sumidos en la confusión. En ella se habla de las contradicciones y las paradojas de nuestra sociedad, y adopto de nuevo una actitud radical, decidido a ser excesivo y a no pintar las cosas con medias tintas” (Robert Guédiguian. Página web del filme). * Las Trillizas de Belleville: “Un triunfo de la animación artesanal, esa de la que hasta el gigantesco imperio de Walt Disney ha comenzado a distanciarse. Sylvain Chomet ha demostrado que tradición y desarrollo tecnológico no tienen por qué estar reñidos” (www.circuitograncine.net).