DIRECTOR

Carlos Sorín

Coco ha trabajado toda su vida en una estación de servicio, pero cuando ésta se vende, se queda sin trabajo. Desocupado y sin muchas expectativas, sobrevive intentando vender cuchillos artesanales que él mismo fabrica. Un excelente perro dogo de pura raza acabará convirtiéndose no sólo en su amigo, sino en la única esperanza de una vida mejor...

Nacido en Buenos Aires, Carlos Sorín (1944) estudió cine en los 60 en la Universidad de La Plata, donde conocerá a grandes maestros. Sus inicios en el cine publicitario fueron con Alberto Fischerman. Más tarde creó su propia empresa, Carlos Sorín Cine S.A., a través de la cual realizó numerosos comerciales para importantes compañías. Su primer film La película del rey llegó en 1989, con el que ganó varios premios internacionales, entre ellos, el León de Plata de Venecia.

Su segunda película Eternas sonrisas de New Jersey (1990) no correría con la misma suerte; financiada en parte con capitales ingleses, no llegó a estrenarse en Argentina. Ese traspié, sumado a que en la publicidad le iba muy bien, hizo que se autoexiliara de la pantalla grande por doce años.

Su regreso fue con gloria: Historias mínimas (2001) ganó varios premios nacionales e internacionales, el premio Goya a la mejor película extranjera, figuran entre ellos. Esta película fue distribuida en Venezuela por Gran Cine.

Bombón. El perro (2004) es su última película, y ha tenido una excelente acogida tanto en Argentina como en el extranjero.

“Bombón. El perro es una continuidad de mi film anterior Historias mínimas, porque aquí vuelvo a trabajar con personajes simples, narrados en forma minimalista e interpretados por no-actores. Quizá hablar de personajes simples sea en sí mismo una simplificación. En realidad no hay personajes simples: el universo interior del más humilde campesino ecuatoriano es tan insondable como el de un profesor de filosofía. La diferencia está en que este último reflexiona y comunica mayormente a través de la palabra; y aquél, más elemental, a través de gestos y silencios. En cine siempre he preferido lo gestual a lo textual. Una mirada, un silencio, un pequeñísimo rictus adivinado en un primer plano, comunica con mayor contundencia que la retórica de la palabra. Y eso es lo que pasa con los personajes ‘simples’: hay que leerlos en los ojos. Pienso que es ahí donde el cine asume el gran legado de la pintura. La mirada abatida de Felipe IV en los últimos retratos realizados por Velázquez nos dice más de la tragedia de ese rey, que todos los volúmenes que pudieron haberse escrito sobre el tema.”

Premios: 

• Festival de San Sebastián: Premio FIPRESCI
• Festival de Guadalajara: Mejor director