SINOPSIS
Abel vive con su madre en un pequeño pueblo periférico a las afueras de Barcelona. Toda su vida transcurre entre el pequeño negocio familiar, la casa de su madre, la cama de su novia, el quiosco de la esquina y los bares del barrio. Siempre los mismos problemas, las mismas caras, las mismas conversaciones. Sin embargo, bajo una apariencia de hombre tranquilo y afable, se abre un abismo. Un abismo que no encuentra explicación, pero que se repite irremediablemente. Una tarde de jueves, Abel vuelve a matar.
REFERENCIA
Tras licenciarse en Empresariales, Jaime Rosales (Barcelona, 1970) estudia cine en la Escuela de San Antonio de los Baños, en Cuba. Ha trabajado en la televisión australiana y rodado cuatro cortos.

Quizá sea su licenciatura en empresariales o simplemente se trata de una facilidad natural para medir y ordenar cada instante. Lo cierto es que a este realizador catalán los tres años que pasó en Cuba, formándose en la afamada escuela de cine de San Antonio de Baños, le sirvieron para acumular conocimientos y experiencia.

Avalado por el premio de la crítica internacional en la última edición del Festival de Cannes, el primer largometraje de Rosales nació del argumento de un corto, extensión con la que se había fogueado con éxito gracias a trabajos como La Pecera, Virginia no dice mentiras, Yo tuve un cerdo llamado Rubiel o Episodio.

En 1998 un artículo sobre asesinos en serie que publicó The Times cayó en manos de Jaime Rosales. En ese artículo, varios expertos repasaban diferentes teorías sobre el fenómeno de los asesinos en serie en las sociedades occidentales a lo largo del siglo veinte. Aunque todos los casos eran diferentes, y los expertos no lograban ponerse de acuerdo sobre las causas ni los motivos, en una cosa sí coincidían muchos: la mayoría de los asesinos eran personas normales. Personas tan normales a los ojos de los demás que resultaba inconcebible que pudieran ser capaces de realizar esos crímenes monstruosos.

Pero, ¿qué es ser una persona normal? ¿Qué hay detrás de alguien que se levanta, va al trabajo, come, ríe, sufre, y se vuelve a levantar al día siguiente como cualquier otro vecino de barrio? Esto llevó a Jaime Rosales y a Enric Rufas a la idea de escribir un guión diferente. Se trataba de plantear una película abierta. Una película que mostrara una vida tal y como es con todas sus contradicciones. La vida de un hombre normal, que de vez en cuando mata. Respetando la naturaleza escurridiza de las cosas hasta sus máximas consecuencias; sin tratar de explicar nada. Así nació el guión de Las horas del día (2003).

“No pretendo saberlo ni juzgarle,” comenta el realizador con respecto a las motivaciones del personaje protagonista de su film. “Quizá sea una vía de escape a su vida gris, una muestra de su total pérdida de empatía, o la manifestación de una psicopatía. Enric Rufas -el guionista- y yo nos pusimos varias reglas que cumplimos a rajatabla, entre ellas no explicar la psicología de Abel. No la podíamos contar porque, simplemente, no la sabíamos.”

Rosales pretende con su film: “Reflexionar sobre el asesinato desde una perspectiva distinta. Esto no es un thriller. No hay intriga policial ni morbo sexual. Para mí, hacer una película es establecer un diálogo de igual a igual con el espectador. No quiero impresionarlo ni idiotizarlo. Le dejo una puerta abierta para que la rellene con su sensibilidad.”