Durante una fiesta parisina, un novel cineasta y una joven ejecutiva, juegan a conocerse y ser una pareja de enamorados, pero terminan enamorándose de verdad. Cinco años más tarde, cansados de su relación, ella desaparece. Cinco años más tarde se reencuentran y juegan a no conocerse.

Nacidos en los Altos Pirineos los hermanos Jean-Marie Larrieu y Arnaud Larrieu se apasionan muy pronto por el cine gracias a que su abuelo era un aficionado a rodar pequeños films en 16mm en aquellos lugares. En su adolescencia, los dos hermanos aprenden el hábito de filmar en super-8. Después de haber fallado en su deseo de entrar a la FEMIS, Arnaud Larrieu estudia literatura y filosofía.

A pesar de este revés, a partir de mediados de los años 80, los hermanos Larrieu ruedan varios cortometrajes que han sido recompensados en algunos festivales: Court métrage (1987), Temps couvert (1988), Les baigneurs (1991), Ce jour-là (1992) y Bernard ou les apparitions (1993). Arnaud y Jean-Marie se toman dos años para trabajar el guión de su primer largometraje, Fin d'été (1999) historia del reencuentro entre un ingeniero y su anciano padre.

Estos dos autores dirigen a Mathieu Amalric en La brèche de Roland (2000), un mediometraje sobre las vacaciones tumultuosas de una familia en plena montaña. Después, en 2001, es Hélène Fillières quien trabaja bajo sus órdenes en el cortometraje Madonna à Lourdes. Los Larrieu reúnen a Amalric y Fillières en Un hombre de verdad (Un homme, un vrai, 2003), un film sobre la evolución de una pareja en tres épocas distintas.

El film comienza con la película de otro autor, el del personaje de Boris. Los realizadores confiesan: "Esto es lo que nos divierte efectivamente en Un hombre de verdad, y es comenzar el film (el nuestro) mostrando el de otro autor (el del personaje Boris) sin muchas explicaciones para que la ambigüedad se presente y cierta interrogante flote a lo largo del film: ¿Quién es el verdadero autor?”

El film rodado por Boris es una comedia musical y hay dos escenas cantadas en el film principal, pero los Larrieu se defienden: "El film no es una comedia musical, pero cuando se coquetea con ella, evidentemente sale a la luz. Boris y Marilyne llevan la comedia musical por dentro, como la emoción contenida en el amor. Las canciones entremezclan pudor e impudor. Se habla de los sentimientos pero bajo una forma distanciada y al mismo tiempo envolvente. Cada vez que se canta, algo se descubre y se oculta a la vez."