SINOPSIS
A sus cuarenta años, Daniel es un homosexual de buena familia que disfruta de una desahogada posición social, un cómodo piso en un buen barrio de Madrid, un respetable buffete de abogado y una cordial relación con sus conservadores padres, hermanos y cuñados. Sin embargo, su vida privada se aleja un poco de tan convencional entorno. En sus ratos libre frecuenta el barrio gay de Madrid con sus habituales amigos, a veces a la caza de chicos guapos, últimamente todos extranjeros y especialmente eslavos, tras el derrumbe del Bloque del Este. Será en una terraza de Chueca en donde conocerá a Kyril, un búlgaro atractivo y sin escrúpulos, de 23 años, del que quedará perdidamente enamorado. El perfecto compañero para un imprescindible viaje interior, un encuentro con sus verdaderas necesidades, un alter ego desarraigado y aventurero que además le llevará al borde de perder su seguro y aburguesado estatus social.
REFERENCIA

Durante la década de los 70, el nombre de Eloy de la Iglesia (Zarauz, Guipúzcoa, 1944), se asoció a lo escandaloso, al mal gusto y a lo más chapucero del cine español del momento. Pero al mismo tiempo, y precisamente por eso, su obra era la más taquillera. Si de defenderlo se trata, pues, habrá que señalar que fue el único en atreverse a dirigir una película sobre la homosexualidad (Los placeres ocultos, 1977) cuando la imagen del gay en el cine español -como en el resto del mundo- era el de la típica mariquita superficial y detestable. Al año siguiente, El diputado fue un éxito tanto en España como fuera de ella, contribuyendo a aumentar la apreciación hacia un cineasta irreverente y para muchos incómodo.

Después de realizar La estanquera de Vallecas, en 1986, por problemas de drogas se retira temporalmente del cine, para volver 14 años después con su film, para algunos, más abirtamente gay: Los novios búlgaros (2002).

Este esperado regreso de Eloy de la Iglesia, -hoy resucitado del olvido como uno de los más importantes nombres de los años de la Transición- se ha producido gracias a la suma de esfuerzos y financiación de cuatro productores. Uno de ellos fue el cineasta Pedro Olea, el primero en brindarle ayuda, además de la estrecha colaboración de Fernando Guillén Cuervo, quien además de colaborar en la financiación y protagonizar la película, ha escrito el guión junto a de la Iglesia.

Los novios búlgaros está narrada en primera persona por el personaje de Fernando Guillén Cuervo, un homosexual de cuarenta años que ve cómo su vida cambia al conocer a un extraño personaje, Kiryl. "De la novela de Mendicutti me atrajo el laberinto de soledad de un personaje que va generando fantasmas y va creando peligros para intentar romper esa soledad. Mas allá de la reflexión sobre la homosexualidad o el problema de emigración que narra", explica Eloy de la Iglesia. El director consideró un reto "difícil y fascinante" trasladar ese monólogo interior que es la novela al lenguaje cinematográfico.

Otra de las dificultades que tuvo que salvar Eloy de la Iglesia fue la de encontrar el tono adecuado de la película. "El tono no existe, es un filme politónico donde se pasa de situaciones divertidas y delirantes, a otras muy patéticas. Es ese humor venenoso e hiriente propio de la novela y de toda la obra de Mendicutti", explica.