Ambientada entre los años 1924 y 1954, a orillas del mar Caribe, narra la historia de amor entre el pintor Armando Reverón y Juanita, su musa, su cómplice. “El Castillete”, su enigmático taller, se convirtió en el lugar donde todos se sentían atraídos por conocer sus manías, excentricidades y por qué no…también llevarse un retrato de este genio de la pintura.

Al cineasta venezolano Diego Rísquez (Juan Griego, Isla de Margarita, 1949), sin duda, le obsesiona la luz del trópico y, por consiguiente, le obsesiona la figura de uno de los pintores más personales e irrepetibles que ha tenido la plástica venezolana en toda su historia: Armando Reverón.

Rísquez ya había tratado al pintor de Macuto en 1977 en el cortometraje A propósito de la luz tropical, y luego en 1994, en su cuarto largometraje Karibe Kon Tempo (*). Dieciséis años después y con un guión escrito a seis manos por Armando Coll, el actor Luigi Sciamanna (quien encarna a Reverón) y el mismo Rísquez, el autor de Manuela Sáenz, la libertadora del Libertador se enrumba frontalmente a la recreación del mundo y la singular personalidad del mayor exponente de la incidencia de la luz tropical sobre las formas, objetos y paisajes.

“Reverón fue el primer artista venezolano, y quizás del continente, que se situó en un lugar de luz, al borde del mar Caribe, para llegar a la conclusión de que este elemento es tan fuerte aquí que elimina los otros colores. Ese es su gran aporte”, explica.

“La cámara se convierte aquí en el pincel del pintor. Más que con otra de mis obras, con Reverón tengo la oportunidad de utilizar este recurso. La columna vertebral de mi película, que sí tiene una vertiente dramática, es lírica-pictórica. Los elementos de utilería no son simplemente eso, sino que juegan un papel protagónico. El teléfono y la jaula de los pájaros forman parte de la historia”, agrega el realizador.

La luz es, pues, el hilo conductor de una historia que comienza cuando Reverón conoce a Juanita (Sheila Monterola) que se convertirá en su compañera y en su musa.

Reverón contó con el financiamiento parcial del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía venezolano y la producción de Guacamaya y Pedro Mezquita. Mientras que Antonio Llerandi es su productor ejecutivo.

La cinta arrasó en el VII Festival del Cine Venezolano de Mérida, donde obtuvo 7 premios, incluyendo Mejor dirección, actor y actriz de reparto.

(Fuente: Declaraciones de Diego Rísquez tomadas del diario El Nacional, sábado 11 de septiembre 2010)

(*) Armando Reverón ha sido objeto de al menos cuatro importantes trabajos cinematográficos: El pionero venezolano Edgar Anzola, en un documental que se ha convertido en un clásico del cine nacional, retrató al pintor en 1934, a sus cuarenta y cinco años, dejando una secuencia magistral del extraño ritual de su creación; la cineasta Margot Benacerraf, entre 1951 y 1952, confeccionó una elaborada poética sobre el universo reveroriano, en una obra que recorrió el mundo; finalmente Roberto Lucca, en 1945, rodó el documento fílmico más extenso sobre el artista, lleno de perspicacia narrativa y de sensibilidad visual. Finalmente Alberto Torija realizó un film en 1992. 

Premios

• VII Festival del Cine Venezolano, Mérida: 7 premios (Mejor dirección, Premio del Público, actor-Sciamanna, actriz de reparto-Monterola, fotografía, arte y música)
• Seleccionada para el Goya a Mejor película iberoamericana
• MadridImagen: Premio Imagen Innovadora
• Festival de Guadalajara: Selección oficial
• Festival de La Habana: Fuera de concurso
• Festival de Huelva: Fuera de concurso