SINOPSIS
En la época de Brezhnev, Andrei Filipov era el mejor director de orquesta de la Unión Soviética y dirigía la célebre Orquesta del Bolshoi. Pero en plena gloria, tras renunciar a separarse de sus músicos judíos, entre los que estaba su mejor amigo Sacha, fue despedido. Treinta años después, sigue trabajando en el Bolshoi, pero ahora…. como limpiador. Una noche que Andrei se queda hasta tarde sacando brillo al despacho del jefe supremo encuentra un fax dirigido a la dirección del Bolshoi: se trata de una carta del Teatro de Châtelet invitando a la orquesta oficial a que vaya a dar un concierto a París… De repente, a Andrei se le ocurre una idea loca: ¿por qué no reunir a sus antiguos compañeros músicos, que viven de hacer trabajillos y chapuzas, y llevarlos a París, haciéndoles pasar por el Bolshoi?
REFERENCIA

Nacido en el seno de una familia judía, el director francés de origen rumano Radu Mihaileanu (Bucarest, 1958) es hijo de Mordechaï Buchman, comunista y periodista que al volver de los campos de trabajo nazis, cambiará su nombre por él de Ion Mihaileanu, dándole una irreprochable consonancia rumana. Con ese nuevo nombre, escribirá la historia de dos jóvenes enamorados combatiendo el régimen fascista en la Rumania de 1940. Se trata del guión de Duminica la ora 6 (1965), primer largometraje de ese otro director exiliado en Francia, Lucian Pintilie.

A partir de 1980, Radu Mihaileanu huye él también de su país bajo la dictadura de Ceaucescu. El joven trabaja en una compañía teatral como actor, dramaturgo y director y prepara desde Bucarest su entrada en la IDHEC. Pasando por Israel, se va a Francia e integra la escuela (hoy FEMIS). Empieza una carrera de asistente del director con Marco Ferreri (I love you, 1986 y Como sono buoni i bianchi, 1988), con el que co-firma el guión de una película producida para la televisión (Le BanquetLes saisons du plaisir, 1988); también trabajó con Fernando Trueba (El sueño del mono loco, 1990), con Nicole Garcia (Un week-end sur deux, 1990) y Edouard Niermans (Le retour de Casanova, 1992). Hasta la escritura y la dirección de Trahir (1993), su primer largometraje que triunfa en el Festival de Montreal ganando los premios al Mejor actor (Johan Leysen), a la Mejor ópera prima, y el Gran Premio de las Américas. Al recibir este último reconocimiento lo dedica a sus padres "cuya historia se acerca mucho a esta", la de un escritor disidente, que, para salir de cárcel, hace un pacto con el demonio al tener que colaborar con el régimen dictatorial para poder continuar su vida y su arte.

En 1998, Train de vie, su segundo largometraje, le asegura un reconocimiento internacional ganando el premio de la Crítica y el de Mejor ópera prima en el Festival de Venecia, y el premio del público en Sundance. Con esta película, la voluntad de documentar la historia se apoya otra vez en Ion Mihaileanu y sus descripciones de pueblos judíos de Europa Central. Train de vie cuenta la epopeya de una colectividad que, para escapar a la deportación, se deporta a ella misma.

A la manera de Trahir, el tercer largometraje de Radu Mihaileanu, Va, vis et deviens (2005) extrae de un destino colectivo una trayectoria individual. En exilio de él mismo y de su país, un niño etíope crece con un malentendido que le salva la vida: se le cree judío. La cinta ganó el Premio del Público y el Premio Europa Cinemas en el Festival de Berlín, y el Premio César al Mejor Guión original.

El film más reciente de Mihaileanu es El gran concierto (Le concert, 2009), en el que una vez más lo histórico pesa en una historia que mezcla el drama, la comedia y la música. El guión es del propio director en colaboración con Alain Michel Blanc (Va, vis et deviens) y Matthew Robbins.

Según el director "primero se puso en contacto conmigo un productor, que me propuso una sinopsis escrita por dos autores jóvenes: se trataba de una falsa orquesta del Bolshoi que se presentaba en París. Me gustaba mucho la idea principal, el resto menos. Así que le pregunté al productor si podía desarrollar mi propio guión partiendo de esa idea y me dijo que sí. ¿Cómo fue la escritura del guión? Con mi cómplice Alain-Michel Blanc, primero nos fuimos a Rusia dos semanas para conocer a las personas en las que, después, se inspirarían los personajes. Estos encuentros dieron lugar a un gran número de diálogos, escenas e ideas que terminaron tomando cuerpo en el guión. Fue en 2002, antes del rodaje de Va, vis et deviens. Cuando en Productions du Trésor retomaron el proyecto de El gran concierto, nos planteamos rodar la película en inglés con actores americanos. Por suerte, el destino no lo quiso así y volvimos a los idiomas originales de la historia: el francés y el ruso. La estructura del guión sufrió otro reajuste con ese nuevo trío que se formaba: el productor Alain Attal, Alain-Michel Blanc y yo".

En relación al rodaje el director señala que "rodamos unas tres semanas en Rumanía, en donde habíamos reconstruido casi toda la parte rusa de la película, porque es muy difícil rodar en Rusia. A pesar de todo, terminamos rodando dos días en Moscú, porque necesitábamos planos exteriores de la ciudad y de la Plaza Roja. A propósito, nos ocurrió una aventura digna de película, porque la víspera del rodaje todavía no teníamos la autorización que estábamos solicitando desde hacía seis meses. Milagrosamente, gracias a la intervención de Alexei Guskov (Andrei), todo se desbloqueó. Y tuvimos la Plaza Roja para nosotros solos, algo realmente inesperado. Nos reímos mucho, parecíamos un equipo de James Bond. Es mi primer largometraje de verdad en París, en donde trabajamos durante ocho semanas en total”.

El gran concierto ganó dos premios César a la mejor música y al Mejor sonido, siendo además nominada en los renglones de Mejor película, dirección, guión original, y montaje. También estuvo nominada al Globo de Oro como Mejor película en Lengua Esxtranjera.