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EL NACIONAL / Edgar Lopez / Martes 01 de Enero
CINÉFILOS SE CONVIERTEN EN DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS
Qué hacer después de esas dos horas a oscuras durante las cuales se nos enrostra la injusticia? ¿Nos vamos tranquilos a nuestras casas con el alivio de que sólo se trata de una producción artística, basada en hechos ficticios o no?; o, en el caso de que el celuloide retrate un hecho de la vida real, ¿dejamos de lado la preocupación porque no está a nuestro alcance contribuir en la solución del problema? Bernardo Rotundo, presidente del Circuito Gran Cine, recordó que durante 2005 las principales salas de arte y ensayo de Caracas recibieron a 800.000 espectadores. Serían personas dispuestas a reforzar su actitud crítica y, probablemente, a involucrarse con iniciativas de organización y exigencia ante temas como la discriminación y la brutalidad oficial, abordados por los grandes autores de la cinematografía universal. Tales inquietudes son las que animan a Rotundo y a Alejandra Rodríguez, gerente general del Circuito Gran Cine, así como a Héctor Faúndez y Jesús Ollarves, director y coordinador docente del Centro de Estudios de Derechos Humanos de la Universidad Central de Venezuela, a efectos de la organización del Primer Curso Superior Visión de los Derechos Humanos en el Séptimo Arte El evento cuenta con el apoyo de Amnistía Internacional y está concebido como un entrenamiento de cuarto nivel para profesionales de todas las disciplinas. Con ello se refuerza la idea de que los derechos humanos no constituyen un asunto exclusivo de los abogados. “Aspiramos a que un futuro cercano este curso superior sea reconocido como parte de los estudios de posgrado que ofrece la UCV”, acuñó Rotundo. El curso se inaugurará en el Cine Lido, el próximo 24 de mayo, con la exhibición de Hotel Rwanda (Reino Unido, Suráfrica, Estados Unidos e Italia / 2004) de Terry George. Para responder a las preguntas referidas más arriba, los asistentes al acto tendrán a la vista la historia hiperreal, se podría decir, de Paul Rusesabagina (Don Cheadle), un hombre que libró de la muerte a 1.200 refugiados atrapados en la guerra civil entre tutsis y hutus. Una vez a la semana, entre el 8 de mayo y el 16 noviembre (con receso en agosto y la primera quincena de septiembre), los participantes recibirán clases sobre historia, fundamentos, fuentes y principios de los derechos humanos; libertad de expresión, de conciencia y religión; juicio justo; derecho a la cultura; derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas; estados de excepción, conflictos armados, violencia penitenciaria, derecho a la alimentación y derechos de la mujer. Los sábados se volverán a reunir para ver un total de 14 películas e, inmediatamente después de cada una, compartir impresiones con un panel de especialistas. Así, por ejemplo, se contará con la orientación, por lo demás legítima y autorizada, de la catedrática Tamara Adrián, para discutir los derechos de los transgeneristas. Esto ocurrirá a partir de la visión de Kimberly Peirce, compartida a través de Los Muchachos No Lloran (Estados Unidos / 1999). Bernardo Rotundo lo percibe de este modo: el principio de universalidad es denominador común del cine y los derechos humanos, así como otra justificación del Primer Curso Superior, mediante el cual se adquirirán las herramientas, entre otros fines, para comprender y nunca justificar el discurso discriminatorio en el tratamiento del asesinato de un sacerdote; que ello no sólo constituye un atropello de autoridades criollas, sino una infeliz práctica, harto ejercitada en todo el mundo, por parte de aquellos que lesionan la dignidad humana por motivos inconfesables. Visión de los Derechos Humanos en el Séptimo Arte incluye la discusión de películas como Garage Olimpo (Argentina, Italia / 1999), la cual no ha sido exhibida en Venezuela. Casi en clave de documental, el director Marco Bechis, también con el suficiente conocimiento de causa que acredita a las víctimas, relata el tránsito de los perseguidos por la dictadura de Videla desde un centro de torturas –de los 300 que inadvertidamente funcionaban en las áreas urbanas de Buenos Aires– hasta los aviones de las Fuerzas Armadas argentinas que se utilizaron para llevar a cabo los tristemente célebres Vuelos de la Muerte y que generaron miles de desapariciones forzadas en la nación sureña. Héctor Faúndez abundó en razones: “Desde siempre, el arte en general se ha hecho eco de la lucha por la libertad y la angustia que genera su pérdida. Se trata de un componente vital de nuestra historia que, mediante la óptica cinematográfica, se convierte, felizmente, en un instrumento para admirar las dimensiones de los temas planteados en cada obra y actuar en consecuencia”.
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