SINOPSIS
Bilal, un joven kurdo de 17 años, ha cruzado el Oriente Próximo y Europa para reunirse con su novia recién emigrada a Inglaterra. Pero su recorrido se detiene bruscamente cuando, en el lado francés, le impiden cruzar el Canal de la Mancha. Entonces decide cruzarlo a nado. Para cumplir su objetivo, empieza a entrenarse en la piscina municipal. Allí conoce a Simon, un profesor de natación en pleno proceso de divorcio.
REFERENCIA

Es como ingeniero de sonido que Philippe Lioret (París, 1955) entra al mundo del cine, y como tal trabajó en una veintena de películas de autores como Jean-Pierre Mocky, Xavier Beauvois, Michel Deville, Gérard Jugnot o el mismísimo Robert Altman.

En 1993, Lioret realiza su primer largometraje, Tombés du ciel, que cuenta las desventuras de Jean Rochefort en el aeropuerto de Roissy. Basado en un hecho de la vida de un iraní que vivió varios años en la terminal del aeropuerto francés Charles de Gaulle –Steven Spielberg rodó una versión del mismo personaje en 2004, La Terminal-, este primer film de Lioret, reconocido en San Sebastián, muestra su capacidad de mezclar con finura lo cómico de las situaciones con la crítica social, característica que se repite en su siguiente film, Tenue correcte exigée (1997), esta vez centrado en un gran hotel en donde pernoctan Elsa Zylberstein y Jacques Gamblin.

Jacques Gamblin forma, junto a una radiante Sandrine Bonnaire, la pareja estrella del tercer opus de Philippe Lioret, Mademoiselle (2000), brillante comedia romántica que sedujo tanto a la crítica como al público. Tres años más tarde, el cineasta opta por una vena más melancólica con L'Equipier, en la que también dirige a Bonnaire. A esta le siguió el drama Je vais bien, ne t'en fais pas.

En 2009, después de tres año de ausencia, retorna dirigiendo por primera vez a Vincent Lindon en el drama social Welcome, film sobre el tema de la inmigración que se ganó el premio Label Europa Cinemas de la sección Panorama del Festival de Berlín y el premio al Mejor guion de Festival de Guijón.

Philippe Lioret cuenta cómo surgió el proyecto de la película: “Tenía muchas ganas de hacer una película sobre el tema. Me refiero a las personas que huyen de países enfermos, dispuestas a todo para llegar a El Dorado llamado Inglaterra y que, después de periplos inimaginables, acaban atrapadas en Calais, vejadas, maltratadas y humilladas a unos kilómetros de las costas inglesas que ven a lo lejos. Una noche hablamos del tema con Olivier Adam y pensé que ese lugar era un poco nuestra frontera ‘mexicana’, que bastaba con escarbar para encontrar un formidable hilo dramático. Hablé con Emmanuel Courcol y empezamos a pensar en una historia que se desarrollaría en ese marco.

El realizador continúa explicando cómo fue el proceso de investigación: “Emmanuel y yo nos pusimos en contacto con las asociaciones que se esfuerzan para ayudar a esa gente y nos fuimos a Calais. Durante varios días, en un invierno glacial, convivimos con los voluntarios que intentan aliviar la infernal vida de los refugiados: ‘la jungla’ en la que se refugian, el negocio de los pasadores, la continua persecución policial – de hecho, se les dedica una guarnición al completo –, los centros de retención, los controles de camiones, en los que se esconden para subir a los barcos y donde arriesgan sus vidas para no ser notados por los detectores de CO2, de latidos, los escáneres, etcétera. Pero quizá lo que más nos sorprendió fue la edad de estos refugiados. Los más viejos no han cumplido 25 años. Hay chicos de 15 años que recorren el terrible camino solos. Conversando con Sylvie Copyans, de la Asociación Salam, nos enteramos de que varios, por desesperación, incluso intentaron cruzar el canal a nado… Al cabo de unos días volvimos a París con toda esta información, sin intercambiar una palabra en el camino.”